Lester
Burnham está a punto de morir, su señora lo quiere matar, su hija
lo quiere matar, su jefe lo quiere matar, y aún le queda por descubrir
mucha otra gente que querrá matarlo.
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Su
vida nada fuera de lo normal, tiene, sin embargo, un poco
más de fracasos de lo normal, un poco más de patetismo, un
poco más de dinero, y un poco más de frustraciones que lo
normal. Son todas estas cosas las que empiezan a volverlo
un poco menos loco de lo que estaba antes, empiezan a llevarlo
a un lugar que creyó conocer alguna vez en su juventud...
y que ahora se le vuelven a presentar en una extraña segunda
oportunidad (porque sabe que
no fue así siempre).
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¿Por
qué podríamos querer mirar un poco más de cerca (como nos invita
el cartel de la película y un recorte en el cubículo de Lester)
su vida? Vida que, como él mismo nos cuenta, comienza con (el
punto más alto del día) una masturbación en la ducha, continúa
con una mujer que tiene una vida perfecta hasta que él aparece,
y con una hija que básicamente lo desprecia.

Gente
incómoda con su piel, incómoda con su trabajo, incómoda con su cuerpo,
incómoda con lo que lo rodea, o incómoda con lo que no lo rodea
(pero que debiera), he ahí el dilema fundamental de esta cinta.
Dilema que de una u otra manera todos los personajes intentan resolver.
Aunque
esta resolución no es más que una nueva frustración, porque los
sueños que estaban a punto de realizar los personajes, se ven abruptamente
cortados, y la libertad que alcanzaron a probar se quita de su camino
para dejar paso a la prisión definitiva.
Lester
es el ejemplo más claro de un anhelo de libertad que se ve frustrado
justo en el momento antes de ser definitivamente llevado a cabo.
Lester muere cuando finalmente estaba en paz consigo mismo, cuando
podía retomar la vida que llevaba, cuando estaba pasando del primer
plano al plano general, cuando la fijación se ha transformado en
anécdota.

Pero
el resto de los personajes se ve enfrentados a la misma frustración:
Jane,
su hija, la chica acompleajada que había superado
sus traumas y había decidido irse de su casa, se enfrenta
a la muerte de un padre al que detestaba, y no sabe
manejar esta nueva liberación, más definitiva de lo
que ella esperaba; al frustrarse su intento de huir
(de libertad) y aparecer uno no deseado, se queda en
la misma cárcel.
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Carolyn,
la esposa exitista, descubre (también) que el origen
de sus problemas es un marido que no le ha permitido,
entre otras cosas, cumplir con los ejercicios de sus casetes
de autoayuda, y decide liberarse de él, matándolo;
pero su deseo de libertad se ve frustrado, una vez más,
porque el marido muere antes, y la invade un sentimiento
de culpa, que es la negación de la libertad. |
El
coronel Frank Fitts, nazi desde siempre, aparentemente
descubre su verdadera naturaleza al convertirse en homosexual,
pero cuando no es aceptado, entonces va por la consumación
de lo que es en realidad su verdadera libertad, que
es el asesinato, asesinato que llevará a su encarcelación,
física.
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Si
tratáramos de buscar una interpretación bíblica, Lester Burhman
vendría a ser el Adán expulsado del paraíso cuando había descubierto
la tentación, el pecado. Pecado
que se acerca demasiado a la libertad, lo que nos incomoda, porque
es difícil aceptar una libertad "impura".
El
concepto de libertad que nos muestra Sam Mendes personificado en
sus cuatro protagonistas, libre de cualquier moral, o incluso contrario
a ella nos choca desde el principio hasta el final. La lujuria de
Lester, el adulterio de Carolyn, la deshonra al padre, de Jane,
y el asesinato, del Coronel, (libertades, como ya vimos) serán severamente
castigadas, por nosotros mientras los vemos actuar... y por el director
y el guionista (Alan Ball) cuando terminan con ese abrupto final.
La
redención a la que llega Lester (al principio de la película, pero
al final de la historia), y que le permite lograr su ansiado plano
general, es lo que nos deja un poco más tranquilos, porque ahora
conocemos el secreto, porque si él, con su vida lo logró, también
yo puedo...
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